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Para siempre en la historia: Fabian Cordero, Hernán Meske, Alcides Herrera, Gabriel Schurrer y Armando Gonzalez. Abajo: Rolando Bertolini, Horacio Bidevich, Nestor Gonzalez, Guillermo Alonso, Cesar Angelello y Gilmar Villagrán.
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Fútbol
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27/7/2010
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La estrella invisible
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A 20 años del dÃa en que cambió la historia del Club.
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20 años no es nada dice el tango. Y más allá de discutir la prosa tanguera, pasaron 20 años del dÃa en que empezó a cambiar la historia del Club Atlético Lanús.
Para los que no lo vivieron, es difÃcil graficar lo que emotivamente representó la conquista. Desde lo llano que representa el final de un ostracismo de 13 años, hasta la posibilidad para toda una generación de ver al club del barrio jugar contra los grandes que eran grandes en serio. Cambió mucho el mundo en todo este tiempo y no es que me sienta un viejo. La globalización y la explosión mediática todavÃa no habÃa llegado al fútbol, y el lugar que ocupaba el ascenso por aquellos dÃas era Ãnfimo. El negocio no tenÃa las dimensiones de hoy en dÃa y la diferencia con los grandes era abismal. No habÃa goles por TV. Era todo mucho más artesanal si se quiere.
Lanús llegaba al inicio del torneo con una herida terrible que habÃa sido el fracaso del Chaco. No quieren subir, era la muletilla pesimista elegida por quienes criticaban a tipos como Carlos González, que supo pasarla mal en serio en la cancha por aquellos dÃas. El técnico de la reconstrucción era un debutante, Miguel Ãngel Russo, que llegaba a Lanús con el crédito de haberse formado Ãntegramente en Estudiantes de La Plata (con lo que implica el sello de esa escuela) y ser hincha de Lanús. Una producción de la revista El Grafico en 1984 (donde los jugadores posaban con la camiseta que jugaban y con la que soñaban) parece haber sido el pasaporte para que el elegido fuera Miguelito.
Y el camino no fue fácil. Los resultados no se daban al principio, la resistencia lógica de un público que pedÃa otro protagonismo para uno de los grandes de la categorÃa como fue siempre Lanús cada vez que le toco militar en el ascenso.
La mÃstica se fue construyendo de a poco, el rumbo se fue enderezando y con los resultados, fueron apareciendo el Chucho Schurrer, el Nene Meske, Pirulo Cordero y el Lechu Herrera, un arquero algo diminuto para el puesto pero con un corazón tan Granate como el de la Urraca o los aquellos pibes nombrados anteriormente.
Se llegó al dodecagonal donde pasaron primero Laferrere, después Atlético Rafaela, Belgrano en las semis y Quilmes en la final. El fútbol da siempre revanchas y vaya si lo sabremos los que nos bancamos las gastadas de los cerveceros por el desastre del Chaco, que incluyó hasta la burla socarrona en bandera, con la simple leyenda “Chaco 1 – Lanús 0â€
El Grana ganó 2 a 1 de local, con ambos goles de cabeza del Patón Mainardi, un marcador central queridÃsimo llegado desde Estación Quequén de Necochea. Perdimos 1 a 0 allá, en el viejo estadio cervecero de Guido y Sarmiento, ante una verdadera multitud Granate que llenó hasta los pasillos del ya obsoleto reducto quilmeño. Llegaron los penales, las atajadas del Lechu, y el gol número 100, el que valió el ascenso, de uno de los máximos Ãdolos Granates de toda la historia: Gilmar Gilberto Villagrán, el uruguayo, el de Colonia. “Le falta un penal†llegó a esbozar el emotivisimo relato de Saul Pomaraz, que liberando ese grito de gol, de esa manera, lograba graficar de alguna forma lo que se vivÃa por aquellos dÃas. Fue el final de los 13 años más dolorosos de la historia Granate, para empezar a vivir de ahà en más, una realidad completamente diferente.
Fue sÃn dudas, la primer gran estrella que luce el escudo, ni plateada ni dorada, invisible a los ojos la del 90. Lanús comenzaba a cambiar su propia historia a partir de ese dÃa. Comenzaba la reconstrucción, mirando hacia adentro, volviendo a creer en sus divisiones inferiores. Se iniciaba el camino de La Fortaleza. Se volvÃa a la elite pero con intenciones de no repetir los errores del pasado y de volver a honrar a la historia del fútbol nacional, como en décadas pasadas, de globetrotters y albañiles.
Desde lo social, fue toda una sensación en el barrio. Miles de chicos se volcaron al Club de su ciudad. Para muchos, Lanús era el segundo cuadro. Otros, por herencia familiar, lo adoptamos como gran estandarte desde un principio. El recuerdo de festejar junto a mi gran amigo Granate de la infancia Nacho Cabilla y ver como todos los demás abandonaban esa simpatÃa facilista por algún equipo grande y se terminaban convirtiendo al Lanusismo con la pasión de aquellos que verdaderamente encuentran a su gran amor en la vida.
Asà fue aquel dÃa inolvidable de 1990. Se sufrió muchÃsimo pero se logró un objetivo prácticamente impensado cuando, al final de la primera rueda, el Grana marchaba mucho más cerca de los colistas que de los protagonistas. Las Gracias eternas para todo ese plantel que nos hizo tan felices a todos: a los grandes, por devolverle el verdadero lugar al Club de sus amores y a los chicos, por cumplirnos ese sueño tan ansiado que era por aquellos años, de ver por primera vez a nuestro querido Granate en Primera.
Por Gastón Cuccaro
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